Dengue en Santa Cruz de Lorica

El rol de la enfermería en el dengue es una tarea donde la biología, la vigilancia clínica y la ética del cuidado convergen. El dengue no tiene un tratamiento curativo, y por eso el cuerpo depende de su propia capacidad para restaurar el equilibrio que el virus desordena. La enfermería, entonces, no actúa como un agente que “cura”, sino como la presencia que sostiene las condiciones para que la vida siga siendo posible mientras la infección recorre su curso.

Bioquímicamente, el dengue es una batalla silenciosa: el virus invade monocitos y macrófagos, desencadena una tormenta de citoquinas y aumenta la permeabilidad vascular. El plasma se fuga, el hematocrito sube, la perfusión empieza a comprometerse; cada pequeño cambio en la presión arterial, en la diuresis o en el estado mental es la traducción visible de un proceso molecular profundo. Allí, la enfermería se vuelve los ojos del cuerpo enfermo: interpreta variaciones, ajusta el goteo de fluidos con la precisión de alguien que sabe que demasiado volumen puede causar edema pulmonar y muy poco puede precipitar el shock. No es solo técnica; es escuchar los mensajes bioquímicos que el organismo no puede expresar con palabras.

Desde una perspectiva filosófica, la enfermería ejerce una forma de cuidado en el límite, donde la intervención no es agresiva sino vigilante. Cuidar en el dengue significa respetar el ritmo de la biología: intervenir lo justo, detenerse cuando es necesario, permitir que el cuerpo continúe su lucha sin sobrecargarlo. Es un acto ético, una presencia que calma cuando la caída de la fiebre genera más miedo que alivio, una guía que traduce lo incomprensible en algo manejable.

En el fondo, la enfermería se convierte en una homeostasis externa: su criterio reemplaza lo que el organismo temporalmente no puede regular. Por eso su rol es tan profundo: porque une ciencia molecular con sensibilidad humana. En cada control de signos vitales, en cada explicación tranquila, en cada decisión sobre líquidos o en cada observación de un sangrado mínimo, la enfermería mantiene un hilo que evita que la fisiología se desordene por completo.

En el dengue, cuidar no es solo evitar el deterioro: es acompañar al paciente en una experiencia donde el cuerpo parece traicionarlo, y devolverle la seguridad de que no está solo. Así, la enfermería sostiene la vida justo en el momento en que la bioquímica amenaza con dispersarla.